-Capítulo 6_ En paradero desconocido
¿Qué debía hacer ahora?¿A dónde debía ir?
He llegado a dar por supuesto que estoy delirando, pero mis sentidos afirman que esto es demasiado tangible como para ser abstracto. Estoy en la pura realidad.
Me pongo en pie y comienzo a deambular por los pasillos en paradero desconocido.
Recuerdo de repente que tengo que buscar comida y bebida. Podría habérselo preguntado al niño ese, pero se me olvidó por completo. Maldición.
Aunque, pensándolo por el lado bueno, si hay gente sobreviviendo aquí es porque tienen recursos para subsistir, ¿no?
Así que comienzo mi campaña de exploración del edificio.
A la planta de abajo no pienso volver; me ha causado ya suficientes sustos y no hay más que oscuridad en un laberinto de pasillos estrechos.
Pruebo a ir por el pasillo que queda a mi izquierda en el extraño cruce. Al principio de éste hay un pequeño escalón y una planta alta bastante bien cuidada. Subo el peldaño y me adentro en el corredor.
La luz blanca que entraba por las ventanas situadas al inicio de cada pasillo del cruce empieza a atenuarse y me pongo un poco nervioso.
Doblo una esquina a la derecha al final del pasillo y paso a otro más oscuro.
Por suerte, me percato de que hay una llavilla de luz que enciende al instante un centenar de lamparitas que recorren perfectamente alineadas ambas paredes e iluminan con una luz amarillenta todo el pasillo.
Sigo avanzando y observo que la pared que queda a mi derecha está llena de puertas de madera algo descolorida, como si fuera un albergue.
Bueno, se supone que es un orfanato, tiene sentido.
Llevo ya hora y media dando vueltas por los pasillos y no he logrado llegar a ningún punto clave. Ni siquiera he encontrado unas escaleras que me cambien de planta, ni para arriba, si es que las hay, ni para regresar a la planta de abajo, aunque en principio no tengo intención de volver a ésta.
¿Estará la clave en las habitaciones que no me atreví a abrir?
Ya puede como, aunque ilógico que parezca, hay escaleras que conectan una planta con otra dentro de las habitaciones.
Algo inseguro de lo que iba a hacer, volví al pasillo de las puertas y abrí lentamente con el corazón en la garganta la primera puerta.
Sobrecogido por lo que me podría esperar en su interior, entré.
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