-Capítulo 15_Rape
Una serie de gritos y gemidos me despiertan de la siesta.
Parecen provenir de una planta más arriba, pero se escuchan con una intensidad estremecedora.
Asustado, busco apresuradamente la forma de llegar arriba.
Tomo uno de los pasillos del cruce, en concreto por el que marchó Grim aquel día que nos conocimos, y encuentro al instante unas escaleras que llevan arriba. Las subo de inmediato y llego arriba.
Se han dejado de escuchar los alaridos, pero sigo enormemente preocupado. Sonaban a los de Grim. ¿Es posible que haya vuelto a autoagredirse?
Es ya tarde cerrada y la planta está bastante oscura.
Voy caminando apresuradamente por el ensombrecido pasillo de moqueta azul oscuro, cuando un poco más a delante veo una alta figura humana plantada en medio del pasillo, inmóvil.
Reduzco el ritmo y al acercarme con precaución reconozco al hombre de pelo negro con mechas rojo escarlata.
-Rape... ¿Qué haces aquí en medio tan a oscuras?¿Has oído unos gritos por...?
Me quedo callado, mirándole como si fuera la primera vez que le viera. Algo no va nada bien.
Lleva los ojos cubiertos por las gafas de piloto que hace tiempo dejó de usar, y está sin camiseta y cubierto de sudor.
-¿R-Rape? -tartamudeo, muerto de miedo por lo que sospecho que ha podido ocurrir.
Inclina el cuello hacia un lado creando un reflejo en la oscura superficie de las gafas, se lleva un cigarrillo encendido a los labios y me suelta una nube de humo en toda la cara.
-Jake. -contesta sin más.
Su voz el más grave y seca de lo que ya acostumbraba a ser.
Un terrible escalofrío me baja por la espalda descenciendo con garras de hielo y acero.
No. No podía ser cierto. Él no podía haber vuelto a hacer algo así de repente y porque sí. No quería creerlo. Pero lo creía. Más bien, lo sabía.
Un reguero de lágrimas comienza a inundarme los ojos en nombre de la desesperación.
-Rape... -comienzo a gimotear, al borde del llanto- ¡¡Rape!! -grito, abrazándolo con fuerza, deseando estar equivocado.
Aún con mis brazos entorno a él, tira el cigarrillo al suelo, lo pisa con la bota restregándolo contra la moqueta que tapiza el suelo y pega su frente a la mía, clavándome su mirada a través del cristal en mis húmedos ojos.
Entonces pudo ver el brillo perverso en sus iris, una llama maldita que una vez, durante cuatro años, había permanecido apagada, encerrada en una cueva donde dormía una bestia, ahora liberada.
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